miércoles, 24 de septiembre de 2014

Historia de una pelusa

La pelusa vivía bajo la cama, tras una de las patas, parapetada convenientemente entre ésta y la pared. En las sombras, se nutría de pelos abandonados, yeso caído, miguitas desharrapadas y excitantes elementos indeterminados que los habitantes de la casa traían de la calle pegados en la suela de sus zapatos.

Había luchado mucho para llegar a ser una pelusa decente. En un principio sólo había sido una mota de polvo, volátil y voluble, que podía haber acabado sus días atrapada en un trapo. Sin embargo, su ambición la había llevado a aliarse con fibras recias y a codearse con trémulas partículas de dudosa moral.

Sabía que no le quedaba mucho tiempo. Había crecido demasiado. Habían detectado su presencia. Esperaba que no recurriesen a la temible aspiradora; si era sólo una escoba lo que la esperaba, tendría opción a defenderse. Si...

No tuvo tiempo para pensar. Unos dedos decididos la cogieron en volandas y la arrancaron de su pata protectora, desgarrándola. Sin poder reaccionar, reconoció la ventana, y de repente dejó de sentir los dedos que la apresaban para pasar, con un vértigo infinito, a deshacerse en el viento, maravillada en sus últimos instantes por la incomparable sensación de volar.

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