viernes, 10 de abril de 2015

De Re Añordicatoria

El título de esta entrada es una coña que, a riesgo de sólo entender yo, paso a explicar. De Re Aedificatoria es un tratado escrito por Alberti que lo petó en el Rencimiento y trataba, adivinad, sobre hacer edificios. En este texto yo quiero hablar del arte de hacer ñordos. Podría haber elegido otro tratado (De Ñordo libri decem también lo he barajado, así a la vitruviana) pero este molaba más. Incluye la palabra res-rei, que es una de mis favoritas de la quinta declinación, además.


Al tema.

Hacer ñordos es muy fácil en cualquier ámbito. Sólo tienes que buscar uno del cual no tengas ni idea y ponerte a ello. Por definición, la cagarás al primer intento. Por eso es un primer intento. El primer día que te sientas delante un piano o eres Mozart o da gracias si consigues hacer una escala.

El primer cuento que escribes será, probablemente, un truño épico.

El problema de la escritura es que, en los tiempos que corren, todos llevamos escribiendo desde los seis o siete años y parece que se nos da bien. Hacemos exámenes y listas de la compra y la cosa va más o menos funcionando. ¿Qué pasa cuando usamos esa habilidad para contar una historia? Que va la muy perra y se revela insuficiente. Y resulta que hay que trabajar sobre algo que das por sentado. Se remueven cosicas dentro.

Pasa igual cuando aprendes a cantar y resulta que tienes que dominar algo tan habitual como respirar. RESPIRAR. Toca reeducar los pulmones como si nunca los hubieras utilizado. Usar una cosa llamada diafragma en la que nunca antes habías reparado como músculo voluntario. Y, hasta que sale algo medianamente bonico, básicamente rebuznas.

Rebuznar sabiendo que estás rebuznando es bueno. Rebuznar es aprender.

Hay quien no quiere pasar por la "humillación" de la fase rebuzno, por vergüenza o miedo al ridículo o algo. No, hijitos, no tengáis miedo: hay que rebuznar. Hay que escribir truños épicos de los cuales los adjetivos quieran salir corriendo. Quiero reivindicar aquí ese paso, que parece olvidado, porque es fundamental. Hay que perpetrar ñordos para saber cómo evitarlos. Y hay que ser consciente de dónde está uno, o se corre el riesgo de rebuznar inconscientemente. Y eso sí es peligroso.

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