viernes, 7 de julio de 2017

Tanabata

Esta fue una de las leyendas del apartado Historias de amor bajo el cielo estrellado del Ciclo de Cuentos Nipones que hice en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Es uno de mis cuentos preferidos, por todo lo que refleja.



Orihime, tejedora, vive portándose bien en el cielo, cumpliendo con sus obligaciones a orillas del río Amanogawa (que aquí abajo conocemos como la Vía Láctea). Su padre, el Rey Celestial, está muy orgulloso del trabajo de su hija. Las versiones difieren en la forma en que la abnegada Orihime conoce a Hikoboshi, un pastor de bueyes que vive al otro lado del río, pero el caso es que se enamoran y se casan.

Se quieren, pasan tiempo juntos, comparten. Orihime presta menos atención a sus tejidos y Hikoboshi le hace tan poco caso a sus bueyes que acaban desperdigados por el cielo y, suponemos, causando un caos bastante interesante. El Rey Celestial, que tiene muy poca empatía para resolver conflictos, decide solucionarlo separándolos para siempre y condenándolos a que no se vean más.

Supongo que luego se iría a dormir a su casa celestial tan feliz.

Orihime va a ver a su padre y le suplica volver a ver a su marido. El Rey Celestial se conmueve (un poquito) y les concede la generosa oportunidad de verse una vez al año, el séptimo día del séptimo mes. Cuando llega el día, el matrimonio comprueba que no hay ningún puente para cruzar el río Amanogawa, así que... No pueden abrazarse.

La tejedora llora tanto que viene una bandada de grullas a ayudarla, construyendo un puente con sus alas para que pueda cruzar.



Las grullas prometen volver cada año, siempre y cuando no llueva. Warwick Goble, el pobre, no había visto una grulla en su vida, pero no importa: la ilustración es preciosa así.

Orihime y Hikoboshi, Vega y Altair, esperando todo un año para volver a encontrarse. Es otro amor verdadero, inmenso y claro, con una circunstancia adversa en forma de poder fáctico despótico a pesar del cual encuentran una forma de verse.

La pieza musical más hermosa que he escuchado para esta historia está en el disco Mono no Aware de Jesús Díez. Uno puede oír a las estrellas resonando al final de la canción.

https://www.jesus-diez.com/?wix-music-comp-id=icymwsnp&wix-music-track-id=5848439787094016

 
Un deseo final para todos los que se aman: que nunca llueva vuestro séptimo día de vuestro séptimo mes.

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