lunes, 26 de febrero de 2018

Donde hay emoción hay inspiración II: bichos, bichas y viceversa

¿Qué, creando un mundo? ¿Llenándolo de criaturas inmortales, letales o de inusitada belleza? Vamos a ver qué ha hecho el mundo real al respecto. Os voy a presentar a unos pocos bichos cuya existencia, por varias razones, me dejó con el culo torcido cuando las descubrí.

Los tardígrados u ositos de agua



Ah, los tardígrados. Seamos sinceros. Son más feos que presentarte a una oposición. Tienen cara de ir a succionarte la sangre, aspecto de ése gomoso de gusano que hace plonchi-plonchi cuando lo tocas y, si lo ves al microscopio en blanco y negro, no te cabe ninguna duda de que está planeando comerse a tus hijos. Y a tu gato. Y a tu vecina. Y a ti. Son más resistentes que las cucarachas. No desentonarían en Innsmouth. Molan más que un botijo de agua fresquita después de levantarte de siesta en agosto en el pueblo.

No me acuerdo cuándo los descubrí, pero la última vez que me flipé con ellos fue viendo Cosmos. Desafían todas las fantasías del worldbuilder: son capaces de sobrevivir en el vacío, de pasarse diez años sin agua (deliciosa la ironía de llamarlos "ositos de agua") y de sobrevivir a temperaturas de un par de cientos de grados bajo cero. ¿Quién no quiere escribir sobre una sociedad así?

Son los reyes del mambo en internet, por cierto. A poco que investigues puedes aprender a tener uno de mascota (supongo que está especialmente recomendado para aquellos a quienes se les mueren hasta los cactus) o, si prefieres achuchar alguno, hacerte con un peluche, llavero o merchan tardigradínico en general.

Los ctenóforos

Estos bichos no tienen tantos superpoderes y vienen a pasarse la vida flotando en la oscuridad y rumiando (metafóricamente) plancton en sus ratos libres, pero... Luminiscencia.



Miradlos.

Los colores. Las formas. Su inhumanidad. Son tan bonitos para no tener fotorreceptores que a uno le hace pensar en si tiene también una belleza imposible de percibir para su propia especie. No sé; imagináoslos flotando en el espacio, como dioses de cromatismo imposible, con un ser humano chiquitito en la esquinita de la foto que viene a rendir pleitesía.

El hámster



Sí, enarcad la ceja, enarcadla. Ahí donde lo veis, este roedor pelicorto ha convencido a buena parte de la población mundial de que es una buena idea tenerlo en casa, alimentarlo y tenerlo a cuerpo de monarca mientras se llena los abazones de condumio.

En serio, pensad en los abazones como ventaja evolutiva. Imaginaos poder salir a la compra sin bolsa, porque ya la llevas incorporada. Poder guardarte cuarto y mitad de garbanzos en la mandíbula, queso (que lo has pillado de oferta) y un paquete de macarrones. Tener las manos libres para pagar y abrir la puerta de casa al llegar. Poder hacer contrabando. Las leyes sobre los abazones en los aeropuertos.

Un simple hamstercito es capaz de hacernos pensar en las posibilidades del control mental y una sociedad distópica de hamstersonas. La inspiración está ahí enfrente. Sólo hay que mirarla.

lunes, 19 de febrero de 2018

Donde hay emoción hay inspiración I: el tapiz de los Astrolabios

He tomado una decisión importante.

Voy a escribir en el blog sobre cosas bonitas.

Últimamente sólo leo protestas, quejas y demás. El mundo está muy mal (soy la primera que tiene agujetas en la ceja de levantarla y en las manos de apretar el puño) y lo primero que se nos ocurre ante una burrada que nos cabrea es ponerlo por escrito (lo hago habitualmente: con la romantización del sufrimiento, con la romantización de las relaciones tóxicas, con los gurús, con la gente que tiene la comprensión lectora de una mata de tomillo...). Pero ¿y las cosas bonitas? Hace mucho que no hago batiburrillos de libros, que no me flipo con cosas bonitas.

Como la (vaguísima) línea editorial que lleva este blog es que las reflexiones tengan algo que ver con literatura, voy a hablar de cosas bonitas que activan la inspiramígdala, que es un corpúsculo cerebral transhumante (ora en el área de Broca, ora en el nervio óptico, otrora navegando por el sistema límbico). Voy a empezar con una pieza que he visto por fin en condiciones hace poco: el tapiz de los Astrolabios.


Me lo quiero llevar a mi casa.




La señora que mejor se lo ha estudiado es Susana Cortés. Este tapiz está expuesto, normalmente, en el museo de tapices de la Catedral de Toledo, en un edificio a cinco minutos andando de la construcción catedralicia. Se tiró muchos años en el Museo de Santa Cruz, pero pertenece a la Catedral. Mola lo que no está escrito: es un tapiz astrológico. Fue tejido en el siglo XV (observad a los personajes, luciendo modelitos a la última moda) en algún "taller flamenco"; toda la vida se ha dicho que en Tournai por el tipo de cielo, pero no es seguro. Amantes de las Danbrowneces, ya tenéis por dónde empezar a escribir.

¿Os he dicho ya que son ocho metros de ancho por cuatro y pico de alto? Sí. Así de grande es. En el comedor de mi casa no cabe.

¿Que por qué mola tanto?
Señoras y señores, bienvenidos al Worldbuilding medieval. Esperad, que me remango.



Este señor es dios padre. Es quien corta el bacalao en este mundo y ha ordenado todo lo que vamos a ver a continuación, por eso está en el mismo lugar que las letras capitales, por donde empezamos a leer un texto. La cartela, la mar de útil para los que pueden leer gótica fracturada, explica así de forma un tanto mística que dios ha puesto ahí a este ser angelical a darle marcha al universo:



Mirad qué mangas me lleva en el vestido, por dios

Y a este otro a hacerlo girar:


 Con una manivela. UNA MANIVELA.

Mientras el pobre Atlas (sí, una figura pagana-mitológica) sostiene el mundo, que para eso está.


Y ahora viene el mundo. ¿Qué forma tiene el mundo? ¿Cómo lo representamos? Pues igual que el instrumento que nos hemos inventado para orientarnos en él: un astrolabio del hemisferio norte, con sus constelaciones.


  Si no te gustan los astrolabios no tienes alma

Ahí, en el medio, está la estrella polar manejando el cotarro. Aparecen muchas constelaciones fáciles de identificar: Andrómeda, Pegaso, Sagitario, Perseo... Voy a aprovechar para comentar aquí que para la intelectualidad medieval astronomía y astrología venían a ser ingredientes del mismo gazpacho. Cómo se mueven los cuerpos celestes no podía desligarse del efecto que tienen dichos cuerpos celestes en la vida de los mortales.

Dicho esto, voy a dejar que un trabajador del British Museum os explique cómo utilizar un astrolabio, por si acabamos todos en un mundo postapocalíptico donde no funcionen ni las brújulas.



A la derecha del tapiz está la exquisita parte donde viene a decir que para entender todo esto tan guay, místico y maravilloso que hay aquí tejido tienes que seguir el camino de la ciencia. Sí. Dios mío, medievales flipándose con la ciencia. Sale la filosofía entronizada (que venía a ser así como el "saber" en general, que compendiaba un poco todo lo demás) y dos de sus facetas, la geometría y la artimética:


Ese cacharro que lleva la geometría en la mano es una plomada 
(aunque parezca un sextante,
la clave para reconocerlo es el hilito con la pesa que le cuelga).
La aritmética se entretiene haciendo cuentas, que para eso está.

Los dos señores de la derecha del todo son Virgilio (el de la Eneida al que Dante sacó haciendo un cameo en La Divina Comedia) y un tal "Abrachis", que se identifica con Abraham y con Hiparco (hale, otro misterio, tirad de ahí). Mi deformación profesional me dice que están ahí para rebotar la lectura del tapiz: lo hemos leído de izquierda a derecha (dios ordena el cielo, el mundo y todo, la forma de hacerlo se entiende con la ciencia, los sabios hacen uso de la ciencia) y ahora lo leemos de derecha a izquierda: los sabios (que podríamos ser nosotros), a través de la ciencia, comprendemos cómo está ordenado el mundo y, a través de esa comprensión, descubrimos mejor a dios/nos acercamos a entender el plan de dios/algo así medieval de que dios mola y lo organiza todo estupendamente.

Además, induce a la reflexión y la duda de forma sutil: ¿dónde está el origen de todo? ¿Dios o la humanidad? ¿Por dónde empezamos a leer? ¿Es dios quien lo organiza a todo o es la humanidad quien atribuye la organización a dios? ¿Nos convertimos en divinidades cuando desentrañamos los misterios de cómo funciona el mundo? ¿Sabían cuando diseñaron este tapiz que podría dar lugar a esta interpretación y todas estas preguntas? ¿Es acaso un tapiz atemporal, capaz de cambiar de lectura según cambian los tiempos?

Pues eso. Si os inspiran los tapices, no os perdáis tampoco el tapiz de Gerona ni el de Bayeux.

Cierro esta entrada con la astrología.


Es pura curiosidad: mirad cómo sonríe, qué mirada de ilusión señalando al cielo, cómo parece querer saberlo todo y descubrirlo todo. Creo que es la figura más bonita de todo el tapiz.