domingo, 6 de mayo de 2018

De nanas, arrullos y melodías

Aquí en el terruño se celebra hoy el día de la madre. Nosotros, que como humanos nos hemos liberado del yugo de la biología, sabemos que ser madre no se restringe a gestar descendencia. La maternidad es otra cosa: es cuidado, preocupación, inversión de tiempo, amor.

 

Tengo la opinión impopular de que va siendo hora de aunar el día del padre y de la madre en el mismo y dejarnos de zarandajas asociadas a tradiciones religiosas o al tipo de gónada que gasta quien cuida, se preocupa y ama a su progenie, pero supongo que ya llegará.

Como hace 150 años que comenzaron las relaciones diplomáticas entre España y Japón, me apetece hablar un poco a vuelapluma de canciones de cuna niponas hoy. Admitámoslo: gran parte de lo que es cuidar a una criaturita indefensa es conseguir que se duerma. Y que coma, pero para eso suelen usarse onomatopeyas de aeronaves, no música.



Itsuki no Komoriuta. Es una nana tradicional de la ciudad de Itsuki, en la isla de Kyushu. Tiene una melodía preciosa y, como buena canción tradicional, en cada casa se canta de una forma. Se supone que se "redescubrió" en los años treinta, después de haber caído en desuso, pero a lo que vamos aquí es a la letra de la versión moderna: viene a ser un lamento terrible de la nodriza/niñera que cuida de los hijos de quienes son más ricos que ella, lejos de su familia, hasta que lleguen los festivales de verano. Cual personaje de Dickens, se lamenta de que no es más que una mendiga harapienta por la que nadie llorará cuando muera, deseando que cuando fallezca la entierren junto al camino para que los viajeros puedan dejar camelias sobre su tumba.
Que sí, que es una nana.



Takeda no Komoriuta. Esta es otra nana preciosa que va de lo mismo, aunque la letra es un poco menos desesperada. El exilio por motivos económicos, la nostalgia del hogar... Cualquiera que haya estado fregando suelos lejos de su casa puede sentirse identificado. Me sorprende/choca un poco, una vez más, que sea una nana.

Me voy a poner un poco mística aquí: supongo que los bebés, que no son verbales, sienten al escucharlas lo mismo que un occidental que no habla ni una palabra de japonés. Yo, desde luego, al escucharlas por primera vez me quedé prendada por la belleza de la melodía y nada más. Luego buscas traducciones y se te cae el alma a los pies: es un poco el proceso de "crecer". Es como la vida, que te deslumbra con sus colores en la infancia y, según la vas entendiendo, descubres el lado oscuro y doloroso que se imbrica con su belleza. Quizá este tipo de nana sea un aprendizaje, o incluso una metáfora vital involuntaria.





 Canción de Tanabata. No sé si es una nana, canónicamente, pero su melodía (y, esta vez, su letra) invitan a acurrucarse en un regazo protector y dormirse mirando las estrellas. Además, va de Tanabata, que es una historia a la que estoy especialmente unida.

Cantad a esas pequeñas criaturitas indefensas que criáis. Aunque no tengáis oído, eso da igual: es una voz de la seguridad dedicando su tiempo y mimo, y eso se siente perfectamente. Ya habrá tiempo de que crezcan y no quieran estar en brazos. Además, las rutinas para dormir se convierten en un momento mágico para crear vínculos: nanas, cuentos, abrazos. Crear recuerdos bonitos con vuestra progenie y progenitores es el mejor regalo que os podéis hacer.

1 comentario:

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